Llevo unos meses dándole vueltas a la idea de que el mundo del agilismo está perdiendo poco a poco el foco de lo que realmente es importante.

Estamos en un momento donde los métodos ágiles por fin han llegado a la gran empresa española y se habla de ello incluso en los comités de dirección.

Pero esto ha sucedido no tanto por méritos propios, sino en parte gracias a la publicidad que le han dado artículos de bancos que “han acabado con los jefes y los departamentos” o *papers *de grandes consultoras sobre “Tribus y Squads” que, solo llegan, a mi juicio, a rozar muy superficialmente lo que significa realmente es ser ágil.

Este tipo de contenidos, si bien son muy positivos para la propagación del agilismo, contribuyen también a que vaya perdiendo poco a poco su verdadera esencia.

Y estos artículos no son más que un pequeño ejemplo. Miro en las redes y veo muchas conversaciones sobre el nombre correcto de las cosas: por qué una demo es un concepto muy diferente a una review, por qué scrum es un framework y sin embargo SAFe es una librería, pero waterfall es una metodología, etc.

Veo también muchas conversaciones sobre antipatrones, donde algunos incluyen técnicas como el sprint 0, inception o el dual tracking.

Me encuentro con excesivos contenidos sobre lo importante que es diferenciar lo que está dentro de scrum y los añadidos “bastardos”, como la daily standup o el product burndown, que no están recogidos en la Scrum Guide.

Y no digo que estas conversaciones carezcan de importancia, pero creo que nos estamos quedando muy lejos del verdadero agilismo si solo hablamos de estas cosas.

Creo que si nos dejamos llevar por la “industria” que se ha montado alrededor del agilismo corremos el peligro de convertirnos en scrum zombies, que rinden culto a las prácticas superficiales, perdiendo la esencia del por qué y el para qué.

Dave Thomas hizo ya hace unos años una reflexión parecida en su espectacular charla “Agile is Dead”. Porque al final, si lo piensas ¿qué es el agilismo de verdad? Yo diría que se puede reconocer por estos 5 puntos:

Todo lo demás es secundario. No hacen falta tribus, ni la colección completa de certificaciones, ni dibujitos chulos que resumen reuniones, ni mesas de ping pong, ni post-its.

Bajo esta idea del agilismo, yo echo de menos más contenidos que hagan foco en los resultados que se han conseguido gracias al agilismo: cuánto ha ayudado a mejorar productos o a aumentar ingresos, lo que ha ayudado a empresas a superar a su competencia, lo que ha reducido el Time to market, cómo ha ayudado a la motivación de los empleados...

Echo de menos más historias como esta de Dropbox, donde sin necesidad de incidir en la rigurosidad del método, habla de los resultados de una aproximación iterativa e incremental en un entorno real.

Me encantaría ver más agile coach hablando de los productos de éxito que han ayudado a construir y de las compañías que han transformado. Sobre todo en este último punto los frameworks y las guías no dan respuesta a todas las situaciones que nos podemos encontrar, por eso las experiencias personales ganan aún más valor.

Mi compañera Cristina siempre incide en lo poco que se habla de los valores agile y de cómo se hacen tangibles en situaciones reales. Equipos que se ayudan y actúan como una unidad, donde las personas no tienen problema en ayudar en lo que haga falta si en ese sprint no hay tareas específicas para su rol. O equipos donde las personas actúan como compañeros y dejan su tarea para ayudar a solucionar un problema con una tarea más crítica para el objetivo en ese momento.

Quizá ahora que el agilismo está más o menos extendido, creo que es el momento de pasar al siguiente nivel en términos conversacionales. Es el momento de rendir cuentas y demostrar que todo esto sirve para obtener mejores resultados.

Cuando hablo de resultados me refiero a resultados de negocio, pero también a resultados de crecimiento personal del propio equipo. Y resultados no a cualquier precio, sino obtenidos con un ritmo sostenible de trabajo y siempre desde la honestidad, sin engañar a nadie.

Alguno puede verlo como una llamada del “lado oscuro de la fuerza”, pero yo lo veo como una evolución natural, que no pasa por dar la espalda al agilismo, ni tampoco por afirmar que ya hemos tocado techo y no hay nada que mejorar.

Ya tienes el carnet de conducir, ya llevas muchos kilómetros con el coche y empiezas a mirar los espejos y a cambiar de marcha de forma natural, casi conduces de forma instintiva. El propio proceso de conducir pasa a un plano secundario y te centras en desplazarte o en ir a lugares interesantes con el coche.

Esta es mi visión de lo que es la esencia del agilismo, pero estoy convencido de que la clave pasa por aceptar que no existe una definición única de lo que es "agilismo de verdad", y que solo aceptando eso podremos aprender y mejorar continuamente, desde una perspectiva de respeto a otras soluciones.

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