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Alberto García y José Antonio González Hace 1 día Cargando comentarios…
En las organizaciones modernas hablamos a menudo de meritocracia, liderazgo virtuoso y cultura de colaboración.
Sin embargo, la realidad que describen muchos profesionales del cambio es muy distinta: más que meritocracias, vivimos en “perceptocracias”. Es decir, sistemas donde la percepción (la imagen proyectada, la seguridad aparente, la narrativa personal) pesa más que la competencia real.
En este episodio, profundizamos en esta tensión entre percepción y mérito, y en cómo afecta al liderazgo, a la cultura corporativa y a la innovación.
La primera idea que planteamos es clara: en muchas organizaciones, el poder no se obtiene por ser el más competente, sino por parecerlo. Lo que Maquiavelo ya señalaba hace 500 años (“todos ven lo que aparentas ser, pocos sienten lo que realmente eres”) sigue vigente en el mundo corporativo actual.
Líderes que muestran seguridad, asertividad o una narrativa convincente tienden a ascender con mayor facilidad que profesionales igual (o más) preparados, pero más prudentes, introvertidos o analíticos. Y este fenómeno no es anecdótico: está profundamente enraizado en nuestra psicología.
Nuestro cerebro no está optimizado para identificar al líder más competente, sino al que le genere certeza. Esa es la raíz del problema.
A partir del pensamiento maquiavélico, nuestro compañero Pepe extrae 4 claves para mover culturas dominadas por la percepción:
Las decisiones difíciles deben tomarse de una vez y al principio. Lo contrario (el goteo constante de cambios o despidos) solo genera resentimiento y miedo.
El líder eficaz combina fuerza (león) y estrategia (zorro). Sin estrategia, la fuerza cae en trampas. Sin fuerza, la astucia no inspira respeto.
No todos actuarán por el bien común. Hay que mapear intereses personales, incentivos y resistencias reales antes de impulsar cualquier cambio.
No basta con hacer un buen trabajo, hay que comunicarlo. La narrativa define reputaciones, y quien no gestione la suya verá cómo otros lo hacen por él.
Os proponemos una intervención especialmente efectiva para transformar culturas dominadas por la percepción: utilizar la transparencia radical. Con esto hacemos visibles los resultados y el rendimiento mediante métricas claras.
Como consecuencia, el centro de poder se desplaza: el talento real gana presencia y credibilidad, mientras que quienes sostenían su influencia en narrativas vacías pierden terreno.
Elegir la transparencia, dar crédito donde corresponde, proteger a los equipos, defender la competencia real. Ser efectivos para el bien. Ese es el liderazgo que transforma de verdad.
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