El otro día, conversando con mi compañero Diego Mosquera, comentábamos lo mucho que nos gustan a ambos los cambios. Y es que las empresas líderes digitales se caracterizan por aceptar el cambio como algo natural en la búsqueda por ser mejores, en tenerlo incluso incorporado dentro de su estructura organizativa y sus operaciones del día a día.

Cuando en una empresa tradicional se produce un cambio en la organización o en la estrategia saltan todas las alarmas, la gente teme por su trabajo y abundan las conversaciones de pasillo hablando de conspiraciones a lo Juego de Tronos.

¿Por qué sucede esto? Porque se suele entender el cambio como una reacción a un error. Se asume con cierta arrogancia que algo andaba mal en la empresa y que el cambio es como una corrección sobre el plan previsto.

Pero en el mundo actual esta forma de pensar no tiene sentido. En la nueva era digital, las empresas deben aceptar el cambio como un proceso de evolución natural. Un cambio significa evolución, mejora, y lo preocupante debe ser justo lo contrario.

Que pasen meses sin que cambie nada y te acomodes, como el sector del taxi antes de que llegara Uber; como los bancos, dando la espalda a los pagos por Internet hasta que llegó Paypal, como las operadoras de telefonía hasta que llegó Whastapp, o como las televisiones tradicionales hasta que llegó Netflix.

En este entorno digital los errores ya no deben ser castigados, sino que se deben aceptar también como algo natural, un error significa que lo has intentado, que has apostado por algo y que no ha funcionado.

El problema de verdad es cuando se persevera con una decisión simplemente por cabezonería, por miedo a parecer débil o titubeante. El problema de verdad es no aprender de los errores, no hacer retrospectiva para que cada error cuente como una lección para el futuro, una lección acerca de lo que no se debe hacer.

De hecho, si revisamos la historia de los líderes digitales no podemos obviar que está llena de pequeños fracasos. Google, por ejemplo, ha abandonado en la cuneta sin miramientos cientos de proyectos como Google Reader, iGoogle, Google Wave… Pero esto no significa que Google haya fracasado, estos productos fallidos son parte imprescindible en el camino para la construcción de productos tan geniales como Gmail o Maps.

Esta nueva forma de trabajar requiere una forma de pensar para la que no todo el mundo está preparado. Requiere humildad para entender que nadie tiene la verdad absoluta, para entender que es el cliente quien manda y quien decide si algo funciona o no en el mercado.

Requiere también humildad para entender que la etiqueta “experto” es solo algo temporal y que hay que estar constantemente aprendiendo cosas nuevas para adaptarte a las nuevas demandas del mercado. De poco vale hoy en día ser experto en MS-DOS, Flash, Fortran o Struts.

Este nuevo entorno requiere también adoptar métodos de trabajo como scrum, que aceptan los cambios como algo natural y que estén preparadas para reaccionar ante ellos. Requiere nuevos modelos contractuales entre clientes y proveedores, modelos pensados para obtener el máximo valor del presupuesto disponible, aunque esto pase por no seguir estrictamente el plan inicial.

Ante tanto cambio, en estas empresas en constante evolución cobra cada vez más peso la cultura, los principios, los motivos detrás de cada empresa para hacer lo que hace y eso es lo que no debe cambiar.

Recordemos que no todos los líderes digitales han nacido directamente en este nuevo entorno. Algunos de ellos ya tienen sus años, pero se han reinventado viniendo de un negocio tradicional, manteniendo una excepcional cultura que les permite adaptarse a los nuevos tiempos, sin perder el foco en lo que buscan sus clientes en cada momento.

El propósito y la cultura son como los cimientos que sostienen cualquier empresa, es lo que ha permitido por ejemplo a Netflix pasar de enviar DVD’s por correo postal a ser el líder de vídeo en streaming. Porque su propósito sigue siendo el mismo: entretener al cliente con contenidos audiovisuales.

Otro ejemplo de reinvención exitoso es Lego, cuya cultura le ha permitido adaptarse a los nuevos canales de consumo de juegos del público infantil, pasando desde una compañía que vende ladrillitos de plástico a ser también un referente en el campo de los videojuegos (que os recomiendo especialmente) e incluso en el cine de animación.

En definitiva, para ser competitivos en este nuevo entorno digital necesitamos 3 cosas fundamentales: personas que acepten que hay que estar siempre aprendiendo, empresas que acepten los cambios como algo natural en su búsqueda por ser mejores y una cultura de empresa solida, que te permita aceptar los cambios mientras los principios básicos se mantienen firmes.

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