El 3 de abril de 1973, Martin Cooper, ingeniero de Motorola, realizó la primera llamada desde un móvil en las calles de Nueva York. Cuenta la historia que esa primera llamada la hizo a su principal competidor en Bell (AT&T), y vino a decirle algo así como: “Joel, aquí está Marty. Te estoy llamando desde un teléfono celular, un teléfono móvil real, portátil, de mano”.

Tras esta primera histórica llamada, se sucedieron muchos otros avances. El primer SMS se envió 20 años más tarde, en 1993. Ese mismo año, Nokia se convertiría en la primera compañía en permitir el envío de SMS a través de sus teléfonos móviles.

Poco después, a finales del siglo XX, se comenzó a utilizar una tecnología capaz de soportar navegación por internet en dispositivos móviles. Esta sería la puerta de entrada a los smartphones, la verdadera revolución.

En este post queremos hacer un repaso de qué ha supuesto el móvil a lo largo de la historia y cómo ha hecho que tanto las empresas y modelos de negocios hayan evolucionado a lo que conocemos hoy como usuarios, cambiando nuestro estilo de vida y la forma de relacionarnos.

La aparición del Smartphone

En el nacimiento del móvil, lo importante era llamar, mandar SMS y en todo caso jugar a algún juego sencillo, pero adictivo (como “la serpiente”). Los actores más relevantes del mercado eran Nokia y Motorola, y por supuesto las telco. Si bien es verdad que, ya en esta época, comenzaron a surgir negocios adyacentes: politonos, fondos de pantalla o descarga de juegos.

La verdadera revolución vino de la mano del lanzamiento del iPhone en junio de 2007. Ya lo dijo Steve Jobs en la presentación, eran 3 revoluciones: un reproductor de música, un teléfono y un dispositivo de comunicación de internet avanzado. Y ahí vino la revolución. Hasta entonces, los smartphones más avanzados de la época no eran fáciles de usar: teléfonos con teclados para tener, además del teléfono, emails e internet.

Esa facilidad de uso que introduce el iPhone unido a la posibilidad de navegación hace que explote el acceso a internet desde el móvil. De hecho, ambas revoluciones tienen un éxito muy ligado; internet no hubiese tenido el mismo impacto y sería usado en un entorno más académico o empresarial si no llega a ser porque el dispositivo móvil lo pone en el bolsillo de cada persona.

En un principio la navegación era principalmente informativa. Para las transacciones, compras, etc. recurríamos al ordenador. En primer lugar, porque las webs no estaban preparadas para ello, pero también había un sentimiento importante de desconfianza. Nos sentíamos más seguros revisándolo todo en una pantalla más grande.

Ahí empieza la necesidad de tener que adaptar las páginas a ser consumidas desde este tipo de pantallas. Al principio incluso se creaban páginas separadas para el móvil y para el ordenador, luego se evolucionó a algo más de cordura con el diseño responsive.

Es después, con la aparición de las aplicaciones móviles, cuando el sector del ocio y el entretenimiento empezó a coger protagonismo y la presencia en el móvil para las compañías se vuelve esencial.

La App Economy y el auge de la experiencia de usuario

Las primeras aplicaciones (y que a día de hoy siguen siendo de las más usadas) hace años estaban orientadas al ocio y entretenimiento: escuchar música, jugar a videojuegos, acceder a redes sociales, etc., muchas de ellas con una estrategia de presencia únicamente móvil como Candy Crush, Instagram o, más recientemente, TikTok.

Sin embargo, las compañías “tradicionales” aún no estaban en esa situación y estaban ocupadas haciendo que su web pudiese ser consumida en el móvil. De hecho, cuando teníamos que hacer un proyecto para una telco, un banco, etc., hacíamos la web responsive y solo los más valientes hacían una app nativa.

Hoy en día, si una compañía quiere estar cerca de sus clientes, debe hacerlo a través del móvil, puesto que lo llevamos encima todo el día.

Las tasas de entrada de casi cualquier negocio actualmente es a través del móvil en la mayoría de los casos, así que toda estrategia y diseño de servicio tiene en cuenta una experiencia completa, incluyendo la app nativa (que antes se dejaba para más adelante) y, de hecho, es uno de los puntos significativos en la cadena en cualquier industria y clave en sectores como el e-commerce.

Los móviles ya no son como aquel que presentó Jobs: teléfono, internet y multimedia. Ahora también tienen cámara, GPS, alta velocidad de navegación y son muchas las posibilidades que ofrecen a cualquier compañía o modelo de negocio.

Así que, cuando se diseña un servicio, dejar la app para más adelante, puede hacer que tu producto salga sin una experiencia diferencial y no convenzas a tu cliente.

Toda web que se desarrolle tiene que ser consumible perfectamente desde el móvil y 100% transaccionales, para las aplicaciones móviles nativas esto se da por supuesto y además hay que adaptar la experiencia de usuario de la misma, así como aprovechar al máximo todas las capacidades del dispositivo.

Eso aumenta el nivel de esfuerzo que hay que emplear para lanzar, complejiza equipos, sistemas, etc. Por eso no nos sorprende el volumen de negocio que maneja la economía de las aplicaciones móviles.

El resultado es la App Economy, una economía emergente que se estima generará 4.800 de billones (americanos) de dólares este año, o lo que es lo mismo, la tercera economía del mundo.

El móvil a futuro

¿Qué falta por inventar en el móvil? ¿Cuántas capacidades se podrán añadir al teléfono?, ¿cuánto se puede seguir aumentando la velocidad de navegación…? Hay quien habla de que el móvil ya se está quedando obsoleto, aunque aún no se le ha sacado todo el rendimiento posible.

Hemos creado una relación muy estrecha con el móvil (quizá no demasiado sana), pero romper esa conexión no va a ocurrir en el corto plazo.

Es posible que el móvil, tal y como lo conocemos ahora mismo, cambie: inteligencia artificial, más gadgets, dispositivos corporales… O que venga una nueva revolución que no hemos visto venir y transforme de nuevo nuestro día a día.

Tarde o temprano el móvil se convertirá en un negocio de toda la vida e incluso pasará al olvido. Pero dentro de otros 50 años, veremos lo que ha pasado.

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