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Alejandro Asensio 11/04/2018 Cargando comentarios…
El otro día, yendo al supermercado, me fijé en el sistema de detección de aparcamiento y me llamó la atención que algunos estaban apagados, parecían no funcionar. Curioso de mí, me acerqué y vi que el “cacharrito” tenía unos cables rotos…
Más allá de plantearme si se le había pasado por la cabeza a alguien cortar dichos cables, me vinieron a la cabeza unas reflexiones que me gustaría compartir en este post. ¿Es segura la IoT? ¿De verdad le sacamos todo el partido a los datos que se obtienen?
Llevamos dos o tres años experimentando un gran auge de IoT en todo el mundo. En parte, gracias al fácil acceso a conectividad, la evolución de las tecnologías o la gran diversidad de dispositivos. Pero también gracias a empresas innovadoras y disruptivas que han sabido aprovechar esa situación creando productos y servicios en torno a ello. Pero, este auge no ha llegado a su fin…
Para hacernos una idea de lo que esto implica, se estima que en 2020 el número de “cosas” conectadas llegará a las 30.000 millones. A la par que estas cifras constatan el éxito de IoT y todo su ecosistema, también revelan una serie de retos que, a los que estamos en el mundo de la tecnología, nos apasionan.
La seguridad, hoy en día, es un aspecto muy importante en todo producto digital que debe ser cuidado con extremo cariño. Con el grado de penetración de IoT en las vidas de las personas es todavía más importante ofrecer soluciones seguras de principio a fin y tener en cuenta otra dimensión que hasta ahora no se tenía en tan cuenta: lo físico.
Pongamos, por ejemplo, un Echo Dot de Amazon. Un dispositivo con el que se puede interactuar a través de la voz para reproducir una canción o encender las luces… pero también para realizar una compra y, quien sabe si en un futuro, también para realizar transacciones financieras.
Ya es complicado mantener “seguro” un servidor que se controla al 100%, pero aún lo es más asegurar un dispositivo conectado a Internet que se adquiere y utiliza en entornos muy diversos.
Las amenazas a las que se enfrentan este tipo de dispositivos son mayores que nunca y más si contemplamos la opción de manipular físicamente el dispositivo realizando procesos de ingeniería inversa para obtener información crucial que pueda comprometer el sistema y a todos sus usuarios.
Siendo capaces de ofrecer una solución segura de principio a fin, estaremos en mejor posición para competir en un mercado en alza tan complejo como IoT.
La implantación masiva de IoT también trae consigo nuevos dispositivos y su uso en entornos donde hasta ahora era inimaginable, lo que da origen a un aumento de las fuentes de datos que debemos procesar y tratar.
Es, por tanto, indispensable dedicar más esfuerzos a analizar, procesar y diseñar sistemas capaces de inferir conocimiento altamente valioso para nuestros usuarios.
Pongamos como ejemplo la conducción autónoma de vehículos, con la que ya experimentan grandes compañías automovilísticas y tecnológicas. Algunas de las variables que se tienen en cuenta son: espacio con el entorno, velocidad, autonomía, presión de los neumáticos, posición del vehículo, procesamiento de señales de tráfico…
Pero, ¿qué ocurriría si incluyéramos, por ejemplo, la previsión meteorológica, información de los vehículos cercanos, emergencias sanitarias, alertas de bomberos o policías entre un sin fin de posibilidades dirigidas a mejorar la experiencia del trayecto para todos los pasajeros?
Atrás quedaron los tiempos en los que se podía programar un algoritmo con relativa complejidad capaz de modelar ciertos comportamientos e inferir consecuencias… Tenemos que dedicar más esfuerzos a entender los datos, estudiar modelos estadísticos y diseñar algoritmos de Machine Learning capaces de tomar decisiones de manera autónoma.
La Inteligencia Artificial se ligará al ecosistema IoT para entender e interactuar mejor con los usuarios. La inteligencia que sepamos extraer de los datos que tengamos va a marcar, en gran medida, el éxito de nuestros proyectos de IoT.
Si bien hace un tiempo estábamos en un escenario relativamente acotado con decenas o centenares de sensores, hoy día, y con la vista puesta en el futuro, nos encontramos en un momento mucho más complejo y poblado en cuanto a dispositivos se refiere. Lo que antes era decenas, ahora pasará a ser decenas de miles de sensores y actuadores comunicándose constantemente con nuestra arquitectura.
Nuestra capacidad de crear sistemas robustos y resistentes se verá puesta a prueba por el enorme volumen de datos que se generará. Problemas de tráfico de red, almacenamiento, procesamiento, aprendizaje y explotación serán algunos puntos a tener muy en cuenta al diseñar nuestra solución IoT.
Personalmente, creo que la respuesta se encuentra ligada muy estrechamente al uso de entornos Cloud por la flexibilidad que estos ofrecen y la eficiencia de costes y la agilidad para crear productos que lleguen lo antes posible al mercado.
Ya sea como IaaS, instalando componentes concretos para cada pieza de nuestra arquitectura IoT o como PaaS, proveyendo de servicios gestionados, encontraremos un gran aliado en Cloud.
Como comentaba al principio, me apasiona el mundo de la tecnología, sobre todo por el incesante ritmo de cambio y exigencia que requiere seguir innovando y aportando soluciones diferenciadoras. Por lo que a mí respecta, este año tenemos mucho trabajo en IoT y espero participar en la creación de alternativas a estos retos, ¡pero también a muchos otros que aún están por llegar!
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